¿Qué es un trastorno del procesamiento sensorial?

La doctora Ayres (1998), denominó  a los problemas sensoriales  disfunciones de la integración sensorial. A día de hoy se conoce como trastorno del procesamiento sensorial (en adelante TPS). Aunque todavía se sigue hablando de disfunción de la integración sensorial, el segundo término es más actual. 

             El TPS se divide a su vez en tres  subtipos. “Los niños no caen en uno solo de los seis subtipos del trastorno de procesamiento sensorial; la mayoría de las veces los niños tienen múltiples síntomas y se ajustan a más de un subtipo” (Miller et al., 2012).

            Según Comin (2015), el TPS es un trastorno complejo del sistema cerebral que afecta la forma de percibir las sensaciones.  Puede afectar a uno o varios sentidos: vista, gusto, tacto olfato, oído, propiocepción y/o vestibular/equilibrio.  “Algunos niños con este trastorno se sienten bombardeados por la información sensorial y la evitan. Otros, al contrario, parece que no se dieran cuenta los estímulos que les rodean y se muestran indiferentes” (Comín, 2015).

            Las diferencias se basan en el umbral sensorial del niño: puede ser alto o bajo. Así como en las estrategias de autorregulación activas o pasivas que el niño lleve a cabo. Los TPS no implican una discapacidad intelectual asociada pero si numerosos problemas de aprendizaje en la escuela. En la figura 4 se muestran los diferentes subtipos de un TPS que se van a explicar a continuación.

El trastorno de modulación sensorial aparece en casos de hiper o hipo respuesta (también denominado hiper/hipo sensibilidad o hiper/hipo responsividad… ). Existe un problema en  la conversión de la información sensorial  que se traduce en conductas relacionadas con la intensidad y el origen de la información sensorial detectada (Beaudry, 2011).  Por ejemplo,  un niño escucha  un fuerte estruendo repentino. Es normal que se asuste grite o salga corriendo,  pero si tiene esa misma reacción al oír una taladradora su respuesta estaría desproporcionada. Esto daría lugar a una hiper respuesta si por el contrario el niño  simplemente pregunta que ha sido eso o ni se molesta se trataría de una hipo respuesta.

Una conducta de hipoaprendizaje dará respuestas lentas a los estímulos. En la hiporresposividad la persona puede tomar una respuesta disminuida o activa en un proceso de búsqueda sensorial que le aporte más sensación sensorial añadida. Sin embargo, una conducta hiperresponsiva implica una respuesta inmediata o intensa a los diferentes estímulos de forma exagerada pudiendo o necesitarlo mucho o no poder soportarlo.

            Las alteraciones en el procesamiento sensorial pueden reflejarse en las siguientes áreas: visual, auditiva, táctil, vestibular, propioceptiva, sensibilidad oral (sabor/textura), olor, planeamiento motor, tono muscular y atención.

            Las investigaciones utilizan los términos hiposensibilidad o hipersensibilidad para referirse a los trastornos de modulación sensorial.

            En el DSM-5  la hiper o hiporreactividad a los estímulos sensoriales o interés inusual por los aspectos sensoriales del entorno aparecen como criterios diagnósticos del Trastorno del Espectro Autista. En la figura que os muestro a continuación se muestran los términos que se utilizan ante la forma de responder a los estímulos.

hipo hiper sensibilidad

            En este subtipo se encuentra el buscador de estímulos sensoriales.  Este niño necesita sentir fuertes experiencias sensoriales hasta saciarse.  Corren sin control trepan buscan sensaciones de forma peligrosa o inaceptable socialmente. Los niños que padecen este tipo de trastorno parecen estar obsesionados con el recibimiento de información sensorial (Collins & Jane, 2012).

             El trastorno de discriminación sensorial se trata de una dificultad para distinguir las diferencias que hay entre sensaciones parecidas.  Los niños con trastorno de discriminación sensorial necesitan más tiempo para procesar este tipo de información y suelen ser lentos en la realización de tareas.

            Las funciones discriminatorias de los siguientes sistemas sensoriales son muy claras. Los receptores somatosensoriales de la piel aportan información sobre el tacto,  la información visual empieza en los receptores de la retina y  mejora en la sinapsis del sistema nervioso central. En el sistema auditivo los receptores y las conexiones centrales favorecen la discriminación del sonido.  El proceso de discriminación de los sistemas gustativas y olfativos  están relacionados porque es necesario el funcionamiento adecuado de uno de ellos para que se produzca la  discriminación en otro, y al contrario.

            Sin embargo,  las habilidades de discriminación  no son tan claras en otros sistemas sensoriales.  El sistema vestibular discrimina la dirección y velocidad de movimiento amplios pero no las capacidades de discriminación  más precisas y  el sistema  propioceptivo  que transmite la información de forma somatosensorial a través de la contracción muscular y el movimiento de las articulaciones  sin incluir la discriminación presente en el sistema táctil, auditivo y visual (Miller et al., 2000).

            Otro subtipo es el trastorno motor con base sensorial en el cual podemos diferenciar dos tipos. Uno de ellos es el trastorno postural. Los niños  tienen problemas para mantener sus cuerpos estabilizados con la finalidad ejecutar tareas motoras.  Su caligrafía puede resultar ilegible, no puede mantener una posición erguida y una correcta prensión sobre el lápiz.

             El otro se trata de dispraxia, también conocido como el síndrome del niño torpe o trastorno del desarrollo de la coordinación motora. Los niños tienen problemas para transformar el movimiento de información sensorial.  Se puede dar tanto en la motricidad global, oral y fina.  Si la afectación es a nivel global el niño parece torpe y patoso, por eso, las actividades deportivas son difíciles para ellos.  Si la dispraxia se encuentra en la motricidad fina, abrochar, asir, vestirse, colorear entre líneas y escribir será problemático. Si afecta a la zona oral, la succión, la masticación y la pronunciación serán funciones que presentarán problemas. En general, las habilidades de autonomía personal son pobres. La dispraxia afecta a la organización de la sensaciones táctiles, vestibulares y propioceptivas. No es un problema motor en sí, sino un problema del procesamiento de las sensaciones (Beaudry, 2011).

            De modo que, la dispraxia afectará a la lectura, la percepción, la atención o el lenguaje. Según Nazaret Barrio (2016) podrá estar asociada a otro tipo de trastornos como dislexia, disgrafía y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (en adelante TDAH). Pueden tener un habla muy poco inteligible pero sus gestos y expresión facial indican que quieren comunicarse. Un niño con dispraxia tiene dificultades para controlar sus músculos y producir sonidos (Barrios, 2017).

            Tomar consciencia del esquema corporal es esencial para la correcta planificación motriz. Tanto el sistema táctil , vestibular y propioceptivo están implicados en su creación.

            “Afecta la forma en que el cerebro interpreta la información que entra y la respuesta que sigue, lo que provoca reacciones emocionales, motrices y de otro tipo que son inapropiadas y extremas” (Bowyer, P. & Cahill, S., p 331, 2009).

            Las posibles causas de los problemas de procesamiento sensorial, se siguen estudiando. Para algunas disfunciones mínimas tiene predisposición genética. También que la contaminación en el ambiente podría contribuir a este problema. Así como la combinación de ambos factores. Por otro lado, la falta de oxígeno en el nacimiento del bebé podría ser un factor de causa. Por último, la privación sensorial, ya que la falta de contacto con cosas o personas repercute en el desarrollo de las funciones sensoriales, motoras o intelectuales (Kranowitz & Miller, 2005).

          

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